Volver a bailar la ola
Trasgredir: ir contra lo establecido. Pecar. Violar la ley que (nos) rige y sostiene. Salir de la estructura común.
Las estructuras son contenedores, y como tales tienen sentido, apoyan nuestro desenvolvimiento. A veces, sin embargo, aparece la serpiente de la transgresión y propone una alternativa.
¿Tomarás la manzana y su veneno?
¿Irás a robar el fuego, en vez de pedirlo amablemente a la BabaYaga y someterte a su disciplina?
A veces, una (pequeña) trasgresión es necesaria para que la narración avance. Toca pagar el precio, no olvidar.
Por lo general, insistir en la trasgresión no anuncia nada bueno.
Sopesa bien la situación antes de morder la manzana.
Sobre todo, no cierres los ojos al morder.
Y sobre todo, sobre todo, sobre todo, mide bien cómo puede afectar a otros.
Hay trasgresiones INADMISIBLES.
Aunque la psique profunda no sepa de prohibiciones.
2 comentarios:
Recién ayer, conversaba con un amigo sobre esta meditación colectiva y todo lo que ha sucedido desde la primera carta. Y salió a bailar este tema, el de la transgresión, ya no me parece curioso, sino como que una vez que uno está sintonizado con estas energías entonces la palabra también empieza a bailar al ritmo de esta sincronía.
Es así tal cual, Gerald. Y mientras más tiempo pasemos sintonizados, más fuerza tiene el ejercicio, por eso es que es tan apropiado para conseguir un propósito, tanto personal como colectivo. De eso se trata Mongolia, precisamente.
Me hace pensar en la imagen del foco que se consigue cuando los rayos de luz, pasando por un lente, convergen hacia un punto y pueden quemar el papel. Parece magia, pero es ciencia.
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