Ella, otra vez.
Ella, de nuevo, la que hiere de lejos.
No me atrevo a revelar mucho más sobre ella: su castigo es certero y terrible.
Querida Artemisa, morocha de Apolo.
La ordenada, que teme y desea la irrupción de su megela Afrodita.
Te abrazo, otra vez, me someto.
Ay, Orión.
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